nada

El mandato divino de emprender

May 4, 2025

Todo aquello que sentimos pero que no podemos describir con el lenguaje, lo ponemos en la categoría de Fe, por ello término vago y tan amplio que abarca los infinitos dentro nuestro. 

Ese paquete incognoscible de sentires tiene consecuencias sobre nuestro comportamiento en forma de ritos, prácticas sociales repetitivas detonadas por condiciones específicas. En el afán consciente de justificar nuestros actos rituales, generamos creencias. Al querer dotar de origen las creencias, escribimos mitologías, descritas como experiencias y por tanto legítimo conocimiento que se aprende y se sostiene en un argumento de autoridad. Por último, las instituciones (verticales u horizontales, implícitas o explícitas) creadas para garantizar la consecución de todos los elementos anteriores, se constituyen en religión. En conjunto conforman sistemas de creencias interdependientes y de justificación tautológica.

Cada sociedad vive su sistema de creencias como certeza absoluta, describe y rige su relación con el mundo tangible a través de éste. Creemos que el sol sale de acuerdo al hecho mitológico descrito en nuestra religión. Por eso cada amanecer ejecutamos este rito. No hablo de sociedades históricas ni de pueblos colonizados de las postrimerías del imperio. Hablo de nosotros mismos.

Creemos que los mercados se comportan de acuerdo a lo investigado por el Premio Nobel de economía, descrito en el American Journal of Financial Markets. Por eso cada amanecer debemos vender, vender, vender.

Creemos que una educación Montessori asegura el éxito de las infancias, de acuerdo a lo publicado por sabios pedagogos en una prestigiosa universidad. Por eso cada mes debemos pagar una escuela privada.

Creo que el Cruz Azul es el mejor equipo de futbol, de acuerdo a lo que mi padre me enseñó. Por ello debo ver todos los partidos de liguilla.

Creo que la democracia es el mejor sistema de gobierno, de acuerdo a los valores sociales compartidos y revelados en la ilustración. Liberté, equalité, fraternité, mon ami. Por eso debemos ser representantes de casilla cada tres años.

Creo que mi independencia es sagrada y mi superioridad inevitable,de acuerdo a lo que me enseñaron en la escuela/televisión/familia, y por eso debo emprender mi propio negocio, ser mi propio jefe, y escalar mi empresa hasta alcanzar el éxito.

Youtube hierve en videos y podcasts que describen la rutina mañanera del emprendedor. Levantarse 4am, correr una hora, lavarse la cara, revisar tus acciones, desayunar sin carbs, meditar y hacer consciente nuestra agenda del día.

Quienes crecimos en los últimos veinte años del siglo XX, vivimos la creación de nuevos preceptos en la religión cívica occidental que colocan el valor de una persona en función de ser individuo. La religión, regida por las relaciones económicas entre sus creyentes, necesitaba una nueva figura que encumbrara esa individualidad y la hiciera deseable. Así surge el emprendedor: sujeto idealmente masculino incomprendido al inicio y dispuesto al sacrificio, pero con un don en contacto con lo divino que le permite entender realmente las necesidades del mercado (ente mitológico) y atenderlo con los ritos necesarios. Así podrá alcanzar su destino inevitable de persona exitosa.

El emprendedor reafirma su unicidad al ser un rebelde e ir contra la norma y lo tradicional; tiene fe ciega en el valor de su idea y en el mercado. Prima para su éxito el esfuerzo personal que invierta, las horas en vela, las decisiones difíciles. Por eso un emprendedor se levanta a las 4am, aunque empiece a trabajar a las 10am, porque cada kilometro de running es ofrenda de sí mismo a aquello intangible pero orgulloso, el ente superior que decidirá su destino.

El Estado (Principal institución religiosa en Occidente, hijo y perpetuador a partes iguales del sistema de creencias) impulsó la educación por competencias, enseñó inglés y computación en las escuelas, creó el Instituto Nacional del Emprendimiento, dió créditos semillas para que todos tuvieran su vocho y su changarro. Nosotras, personas formadas al interior de este culto, desafiamos a nuestros mayores usando tenis para ir a la oficina, hicimos planes de negocio con misión, visión y valores en el formato canva, renunciamos a la seguridad social para seguir nuestros sueños de ser personas exitosas. Nos endeudamos con el banco para shinear un local, compramos entradas a master classes de los founders mitológicos. Pagamos nuestro propio dominio, lo vinculamos a Google workspace para tener e-mails profesionales. Fuimos nuestros propios jefes.

Con la otra mano, despreciamos a quienes decidieron seguir órdenes y los llamamos Godinez; les consideramos personas alejadas del éxito profesional. El cielo yace en la tierra y es ser personas ocupadas.  La salvación tiene muchos ceros en el banco.

Con la edad aprendí a cuestionar esos preceptos que tan férreamente seguí. Ni ser individuo es valor supremo de mi vida, ni trabajar en lo que amo is not work at all.

Emprender no es un deber, ni es más digno que no hacerlo. Quizá ser Godínez es mejor. Quizá quienes hicimos caso y empezamos una empresa somos el carnero en sacrificio de este viejo nuevo orden económico, el de los emprendedores, independientes, postapocalípticos y desintegrados.

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